sábado, 13 de octubre de 2012

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Cuando nos aproximamos a los ínfimos seres de cristal polarizado, a esas miniaturas opacas en sus verdaderas y diablescas intenciones, o sea los niños, puede que nuestro mensaje sea levemente transformado. Digamos, una explicación del mito del carro alado, del infame Platón, es capaz de culminar en esta sangrienta síntesis: "Aprendí que cuando me muera me van a llevar dos caballos.” O un intento de fomentar la solidaridad con la naturaleza, fundamentalmente con los animales no humanos, llegar a extremos exorbitantes como este otro: “En estas clases aprendí que todo es importante, que todo tiene sentimientos, y que por más que una piedra no se mueva o haga algo tiene vida.” Que nadie diga después que los chicos repiten como loros... si esto no es una apropiación personal, no sé de qué estamos hablando.

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