viernes, 19 de octubre de 2012

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Cuando un papa decreta que la institución del papado es lo correcto, que el problema, en todo caso, es que algunas personas que ocuparon ese cargo no eran adecuadas, fácilmente nos brota la ira y reconocemos en este papa a un charlatán queriendo cuidar su negocio, y surgen deseos de que desaparezcan los papas, el papado, la iglesia y todo lo que se le parezca. Hasta ahí vamos bien los serios y respetables opositores a esa institución. El tema es que ese argumento es estructuralmente idéntico a este otro: el Estado es correcto, el problema es que lo lideren personas inapropiadas. En algún momento de la historia nos comimos ese verso y ahora estamos incapacitados para siquiera fantasiar con el anarquismo. La frescura en el pecho de la intelectualidad promedio asusta.

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