Quieren ser experimentales sin conocer siquiera el 10% de las vanguardias históricas. Dicen innovar haciendo pendejadas acríticas que se les ocurren de porro. Por lo único que son perdonables es por el lector promedio al que, sabiéndolo o no, aspiran. Si al lector tampoco le importa nada ni sabe cuál es el estado de situación, ¿cómo va a saber qué está revolucionando el revolucionario? La ingenuidad los perdona y la literatura, si depende de ellos, no agoniza porque ya está muerta.
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