domingo, 17 de marzo de 2013

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La alegría de tantos argentinos por tener un pontífice nacional demuestra su complacencia con la idea de ser representados (en la ficción de que es un representante y no un payaso cómplice o idiota elegido por una corporación nefasta) y manifiesta la distancia abismal que nos separa de la salida de estos regímenes representativos.

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