jueves, 15 de septiembre de 2016

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Cuando era chico conocí el mecanismo de la polea accionada por cadenas en el matadero de mi tío. De un gancho se clavaba la pata de un animal recién matado y se lo colgaba para despostarlo. Hoy el mismo mecanismo levanta una cortina que me permite salir hacia una terraza en el techo de mi trabajo. Son dos momentos mórbidamente similares en su señalar el cambio de un mundo y otro.

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