miércoles, 10 de junio de 2009

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A Caroi comenzaron a crecerle desde niño unas débiles alas que, al acercarse al Sol en cada vuelo, fueron progresivamente volviéndose más robustas, como un dolor. Un día se alejó demasiado de Helio en lo que algunos comentaristas tildan de suicidio y otros de simple descuido o error de cálculos, y las perdió por completo, sumiéndose en el más corriente de los sentimientos que elevan las cejas y abren los ojos del tamaño de un coco maduro y jugoso de una isla que, porque soy muy reservado, voy a reservarme la exposición del nombre.

2 psicomentario(s):

Matías dijo...

que embole che, saber el nombre de la isla hubiera cambiado todo definitivamente para bien...

Anónimo dijo...

Por acá necesitan un Zambayonny [?] =P

 

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