Hay poetas que leen sus propios poemas como si recitaran algo magnífico, y, pobres textos, no son del todo dignos del tono con que son recitados. El punto sería lograr que los lectores extraños desearan leerlos así, y no pretender que el valor del material se desprenda de la voz grave y cavernosa que pretende ser su modo de cotización.
sábado, 7 de julio de 2012
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