Cuando ya probamos todos los sabores de té que hay a nuestro alcance y descubrimos que esta práctica es más bien idiotizante y generadora de tics conductuales nocivos para la salud como la ansiedad por uno nuevo, la furia cuando no encontramos aquel que alguna vez probamos, la incertidumbre sobre saquito sí saquito no, el cambio de tazas, el cambio de teteras, ¿a qué nos dedicamos? ¿Qué sentido tiene la vida después de esto?
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