lunes, 17 de diciembre de 2012

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Lo prohibido es un caldo de cultivo del deseo. Ahora bien, de un deseo que no parte del objeto en sí como polo de atracción, sino del revestimiento diabólico que se le añade. Esto es: no deseo x porque x sea deseable, sino porque hay a su alrededor un halo misterioso que invita a la consumación, pero que al mismo tiempo amenaza con un castigo (que, quién dice, hasta puede ser también placentero, dadas las condiciones). Cabe preguntarnos qué cosas nos atraerían una vez que cayera a tierra el velo de restricciones sociales. ¿Podremos pensar que sin negación es imposible pensar la afirmación? ¿O bien lo único que sucedería sería una liberación fundamental de energías inadecuadamente empleadas para la contención de las satisfacciones socialmente reprochables, y con ello una recuperación de potencias? Mientras tanto, seguimos hipócritas.

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