lunes, 28 de enero de 2013

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Leer a Pascal Quignard tiene un efecto enormemente desmoralizante: nos deja en claro en cada página que nunca seremos tan geniales como él con la pluma.
Cuando sintió que iba a morir, Henri de Lenclos hizo que su hija se acercase.
-Hija mía, pienso que es necesario que usted sólo se asocie con el tiempo. No tenga jamás escrúpulo respecto del apellido, edad, rango, fortuna, aspecto, posición de nadie, tan sólo sobre la elección del objeto durante el tiempo que va a gozar de él.
Otro:
La soledad es una experiencia universal. Esta experiencia es más antigua que la vida social, porque toda vida primera, en el primer reino, fue una vida solitaria.
San Agustín escribió: la vida, antes de nacer, fue una experiencia.
En chino, Leer y Solo son homófonos.
Solo con el Solo.
Al abrir un libro, él abría su puerta a los muertos y los recibía. Ya no sabía si seguía estando sobre la tierra.
Más, como si hiciera falta:
Dar la espalda a la sociedad es interrumpirse en el hecho de creer, desviarse de todo lo que es mirada, preferir leer a vigilar, proteger a los que han desapareido de los sobrevivientes que los denigran, socorrer lo que no es visible; ésas son las virtudes. Los raros que tienen el único coraje de huir surgen en el corazón del bosque.
Y basta, porque me canso de tipear y no me aguanto más las ganas de seguir leyendo:
Los libros pueden ser peligrosos, pero sobre todo es la lectura, en sí misma, la que presenta todos los peligros.
Leer es una experiencia que transforma de arriba abajo a los que consagran su alma a la lectura. Hay que apiñar los libros verdaderos en un rincón porque siempre los libros verdaeros son contrarios a las costumbres colectivas. Aquel que lee vive solo en su "otro mundo", en su "rincón", en el ángulo de su pared. Y así es como, solo en la ciudad, el lector afronta en el libro físicamente, solitariamente, el abismo de la soledad anterior en la cual vivió. Simplemente, al dar vuelta simplemente las páginas de su libro, reconduce sin fin a desgarradura (sexual, familiar, social) de la cual proviene.
Cada lector es como San Alexis bajo la escalera de su padre. Se ha vuelto tan silencioso como la escudilla que se le ofrece.
Sólo la letra, ubicada frente a sus labios, puede da fe de que su aliento ya no está allí.
Algo alcanza a hacerse oír en la expresión escrita por medio de letras sin que haya necesidad de articularlas.
El que lee la letra ha perdido el sí mismo, el nombre, la filiación, la vida terrestre.
En la literatura algo del otro mundo resuena.
Algo del secreto se transmite.
Hasta nos regala un fragmento precioso de Barthes, ¡en el mismo libro!:
En la última entrevista que dio antes de morir atropellado por una camioneta cuando cruzaba la calle, Roland Barthes afirmó que la vida independiente se iba a convertir en un verdadero desafío en las sociedades democráticas. Agregaba que aquel que pretendiera vivir su indivisibilidad de modo radical se lanzaría a una vida muy difícil. Iniciaría una aventura tan enigmática como aquella a la que se había confrontado la mayor parte de los caballeros de la antigua materia de Bretaña cuando penetraba en el bosque azaroso. Es cierto que esta actitud ahora choca no solamente con el modo de vida de las clases más jóvenes sino también con la vigilancia general, la solidaridad moral, la salvación coletiva, la ciencia y sus redes de autorización y validación. Roland Barthes decía expresamente: "Lo único que el poder no tolera nunca es la impugnación por la retirada. Esto sólo se puede vivir a ravés de conductas clandestinas. A través de engaños. Se puede enfrentar a un poder atacándolo. La retirada es mucho menos asimilable por parte de una sociead".
La única vía que me motivaría a escribir después de haber leído esto es la célebre potencia que surge cuando ya se han perdido todas las esperanzas. Si alguien quiere sufrir el aplastamiento de la hermosura, visiten La barca silenciosa, de donde provienen estos fragmentos.

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