Se aproximan a la puerta dos individuos. Uno entrado en años y con una cabellera rizada, larga, gris plateado (pero sin brillo, cualquiera diría roñosa), y su ¿hijo?, un colorado adolescentón, pelo cuasi mota zanahórico, con el desopilante detalle de una rasta, una sola, destacada anónima en el asombroso panorama familiar. Se presentan. Usuario de mercadolibre: "champú". Con esas cabelleras, usuario champú. No lo puedo creer. El infierno laboral está encantador.
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