Caminamos comiendo una pizza por la calle. En un momento, una cacerolera de Palermo frena y nos empieza a mandar "a comer a la plaza", que "allá es público y podemos ensuciar, que ella paga los impuestos". Cacerolera de mierda, nos manda a ensuciar el lugar público y da por hecho que su vereda es privado, es su campito, es algo que no se ensucia, no se mezcla. Lo público, que lo rompan los sucios. Obviamente, como estamos en tierra de psicoanalistas y psicoanalizados, le pedimos amablemente que deje de proyectar su mugre, que nosotros no ensuciamos nada (lo cual era cierto), y que consiga un psicólogo.
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