La profunda contradicción entre quienes festejan el día del animal pero se comen una vaca es similar a la de quienes en un ritual sagrado ingieren un animal prohibido. La diferencia, claro está, es la intensidad de la vivencia, y la capacidad de adoración. Los primeros no pasan de boludos simples, y los segundos conservan para sí un acceso a la existencia heterogénea, diferenciada, en líneas generales, una proximidad transitable respecto a lo sagrado.
jueves, 21 de julio de 2016
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